Ante una crisis de la profundidad y velocidad que soportamos hay que cambiar el modelo y las reglas a nivel global. Los mantras del pasado, el mercado autorregulado, han resultado ser falsos y delirantes.
El pacto de la posguerra entre socialdemócratas y democristianos europeos debe ser sustituido por un nuevo acuerdo. Ese pacto sería el equivalente, en el marco de la globalización, de los acuerdos que tras la Segunda Guerra Mundial concluyeron los socialdemócratas y los democristianos europeos y que condujeron a la llamada edad dorada de la economía de mercado y a la creación de los modernos Estados de bienestar. Un pacto que recoja los estímulos necesarios para salir de esta crisis, con una mayor regulación de la arquitectura financiera, un cambio de prioridades y un cambio de paradigma a la hora de tratar mantras económicos.
Ese pacto fue calificado por Gordon Brown (exprimer ministro Británico), como una especie de New Deal global. Así se lo explicó a Obama, y parece que de ahí sacó el premio nobel de la paz la inspiración para sus medidas de recuperación económica. New Deal fue la política económica aplicada por el presidente Franklin Delano Roosevelt a partir del año 1933 para sacar a EEUU de la Gran Depresión que había comenzado con el crash bursátil de 1929. El New Deal consistió, en líneas generales, en una serie de medidas de salvamento del sector financiero y de estímulo a la agricultura y a la industria, pasando por la conservación de la naturaleza y por la devolución de cierta influencia a unos sindicatos por entonces demediados. Por ello, como ahora, una parte de la derecha americana detestó “las malolientes aguas del socialismo" a las que Roosevelt les llevaba.
El presidente Roosevelt en un modernísimo formato de chapa
Demostración gráfica de los efectos de las políticas de inversión del New Deal
El juego de ayudas al sector financiero para que no quiebre, y de medidas de apoyo a la demanda para que la economía reaccione y disminuyan los porcentajes de paro, está siendo básicamente aplicado por la mayor parte de los países del mundo, independientemente de la ideología de sus gobiernos. Encontramos aquí que algunos mantras irrenunciables, en principio, lo son hasta que el pragmatismo se impone. Las diferencias están en la letra pequeña y en si se deben anteponer los esfuerzos reguladores al incremento del gasto público, o viceversa. Ello supone la ruptura del modelo neoliberal o de "fundamentalismo de mercado" (Stiglitz), predominante desde principios de los ochenta de la anterior centuria, cuya tendencia a la desregulación y a los excesos del mercado ha sido considerado muy mayoritariamente como la principal razón de la crisis económica. Por eso resultan sospechosas las rápidas llamadas "a la vuelta a la senda de prosperidad de la que hemos salido"; una senda a la que solo podremos volver sufriendo proporcionalmente mayor castigo por esta crisis que aquellos que la alimentaron. Incluso si este pacto para un New Deal global existiera y tuviera éxito, no sería suficiente para hacer frente a los problemas específicos que arrastra cada economía. Se trata de una condición necesaria, pero no suficiente; cada economía presenta unas características particulares que serán determinantes a la hora de definir su futuro. La crisis ha parecido homogeneizar los problemas, es hora de homogeneizar soluciones.